El Niño Jesús en Venezuela

Fecha de publicación: 21-12-2015

La figura del Niño Jesús o el Niño Dios es la fuente principal de inspiración de la Navidad en Venezuela.

Las festividades decembrinas en Venezuela se caracterizan por su colorido, entusiasmo y calor familiar. A cualquier lugar que vayamos, la gente nos recibe con su mejor sonrisa y los mejores gestos de hermandad, solidaridad y amor.

La Navidad en Venezuela es sinónimo de compartir, de hallacas, pan de jamón y dulce de lechosa, música, aguinaldos, gaitas y parrandas que, de casa en casa se oyen sonar al compás de las voces de familiares, vecinos y amigos que se confunden en un solo canto para celebrar la esperanza que trae la Navidad y la llegada del año nuevo.

Una de las tradiciones más bonitas y de mayor arraigo en la Navidad venezolana, es la elaboración del pesebre para honrar el nacimiento del Niño Jesús. Todos los integrantes de la familia, ponen a volar su imaginación para retratar la llegada del Niños Dios en un escenario lleno de montañas hechas con cajas de cartón, ríos de espejo y nubes de algodón alrededor del humilde pesebre donde la Virgen María, San José, la mula y el buey cuidan del Santo Niño recién nacido.

La costumbre del pesebre goza de tal aceptación en el gentilicio venezolano que ha trascendido las salas y patios de las casas para instalarse en plazas, parques, lugares públicos, centros comerciales y demás lugares de congregación masiva donde a gran escala, se recrea la imagen de la llegada del Mesías a este mundo.

Pero la adoración del Niño Jesús no queda allí, el 24 de diciembre, día de Navidad, a las 12 de la media noche, todos y en especial, los más pequeños de la casa, esperan con impaciencia la llegada del Niño Jesús. Al día siguiente, al amanecer del día 25 de diciembre, los pequeñines se disponen a buscar los obsequios, con la esperanza de que el Santo Niño les haya traído los regalos y juguetes que pidieron en sus cartas que, desde los primeros días de diciembre escribieron llenos de fe.

Si bien en algunas familias se acostumbra el intercambio de regalos, la llegada de San Nicolás, el Espíritu de la Navidad o los Reyes Magos, la espera del “querido Niño Jesús” es la que tiene mayor arraigo y se ha mantenido con firmeza a lo largo de los años. En definitiva, es una tradición que une a la familia y estrecha los lazos afectivos entre padres e hijos.  

Otra costumbre particularmente emblemática de los andes venezolanos, pero que poco a poco se ha comenzado a cultivar en otras regiones de nuestro país, es la Paradura de Niño, una celebración que se lleva a cabo en los días posteriores a la Noche Buena de Navidad, especialmente a lo largo del mes de enero y hasta el 2 de febrero, Día de la Candelaria.

Esta costumbre, motivada por una promesa ofrecida al Niño Jesús o por simple adoración a la figura del Santo Niño, involucra un ritual que consiste en “parar” al niño del pesebre y trasladarlo en recorrido, con la participación de una o más parejas de padrinos, un rezandero, músicos, cantores y devotos.

El desarrollo del ritual conlleva tradicionalmente diversos actos ceremoniales, como son el paseo, el beso, la adoración y paradura del niño. En todos ellos la música juega un papel de primer orden. Los cantos, generalmente entonados a dos voces, son acompañados con instrumentos de cuerda como el violín, el cuatro y la guitarra. Entre ellos se estilan las coplas, romances y décimas para los momentos místicos y el de aguinaldos y parrandas para el paseo y momentos de jolgorio.

Hoy por hoy, la celebración de la Paradura de Niño ha trascendido el ámbito andino y se ha propagado por distintas ciudades del país. Esto motivado en parte, al apego que han mantenido los andinos por esta tradición en las localidades donde han migrado, además de la amplia aceptación que se ha ganado esta manifestación entre el gentilicio de otras regiones.

La figura del Niño Jesús es, sin lugar a dudas, el eje central de la Navidad venezolana en torno al cual se han concentrado numerosas tradiciones, rituales y celebraciones, que sirven de excusa para familiares, amigos y conocidos, para compartir y estrechar lazos de hermandad, los cuales deberían permanecer como ejemplo, al espíritu que debería reinar en nuestros corazones durante el resto del año.